viernes, 26 de septiembre de 2014

El Color del Luto



Definitivamente la sociedad está muerta. República Dominicana solamente es un sustantivo utilizado para referirse a la ignorancia, la corrupción, la insalvable proyección de la política partidista.



Los dominicanos son – mejor dicho, somos - tan conformistas, que nos quedamos callados cuando leemos en el periódico que hubieron irregularidades de cobro o pago de bienes por servicios brindados, que el funcionario tal se aumentó a sí mismo el salario (y a sus colaboradores), de RD$115,000.00 a RD$450,000.00, eso sin hablar de los beneficios de dieta y compensaciones por servicios prestados fuera del país. Todo el mundo se queda igual, porque esto es completamente normal.



Con un pueblo muerto no hay nada que pueda hacerse. Las voces de la oposición, unas apagadas a causa de una cuantiosa exoneración, y otras en silencio debido a la falta de determinación de hacer las cosas, han provocado un duelo en la conciencia dominicana. Salimos de noche y al otro día bromeamos con nuestros compañeros de trabajo acerca del robo a mano armada de la noche anterior. Decimos cosas como “gracias al Padre que me dejaron viva. Todo lo otro se recupera, pero la vida no”. “Yo le di todo al tipo para que ni me viera”. “Otro día y amén… vamo’ arriba!” Todo es tan normal, que no nos estamos dando cuenta del daño irreversible que le estamos haciendo a esta sociedad. El daño inconmensurable que nos estamos haciendo a nosotros mismos.



Voy a un supermercado y solamente comprando la merienda para mi hijo y las cosas más esenciales provenientes de las industrias se van casi RD$10,000.00. Hablamos de leche, jugos, galletas, cereales y nada de una mermelada, dulces, un poco de pescado, bacalao o salmón; nada de queso manchego (qué rayos es eso?), un vino para pasar un ratito con tu esposa en casa, un par de zapatillas nuevas para tu hijo…; tengo siglos que no compro una botella de ketchup, mayonesa o aderezo, y aún sin estas cosas la cuenta no baja de ese rango. Para poder sobrevivir, hay que hacer recortes hasta de la diversión: no salidas. Una vez al mes, si la ocasión lo forza y el presupuesto familiar lo permite.



No sé. Para vivir más o menos sin que los bancos se mantengan llamando a mi casa tengo que trabajar en dos lugares. El pluriempleo es extenuante, exigente y prácticamente eterno. Lo peor es lo que viene con él: menos tiempo con tus hijos, con tu esposa, con tu familia y tus amigos. Siempre estás ocupado. Siempre estás cansado. No disfrutas bien de las cosas por las cuales trabajas, y al final te conviertes en una máquina de hacer dinero, porque no tienes tiempo para otra cosa. Mientras trabajas por tu familia, te partes el lomo porque tus hijos tengan una educación aceptable, les compras las cosas que necesitan y les enseñas a hacer las cosas que les permitirán ser “hombres y mujeres de bien”, te encuentras en un periódico que el funcionario tal se aumentó el salario y que para el masivo del sector público no se contempló aumento para el próximo año (una cosa que en este sector existen trabajadores que reciben el mismo pago desde el 2010); que la Cámara de Cuentas efectuó una auditoria que reveló cuantiosas inversiones que no se evidencian, que una libra de pollo dominicano cuesta alrededor de RD$55.00 en los mercados populares y hasta a RD$85.00 en un supermercado, que los haitianos se llevan más del 10% del presupuesto del Ministerio de Salud Pública, que los delincuentes roban, asesinan, secuestran y hasta confunden los objetivos a eliminar, y otras miles de situaciones que realmente no acabo de asimilar. Todo esto pasa todos los días. Nadie se sorprende. Nadie protesta. Estamos muertos.



Muchas de las personas que se encuentran en condiciones similares a la mía bajan la cabeza y observan el negro y lo sucio del pavimento, mientras se pregunta hasta cuándo y por qué. Créanme… yo hago eso muy a menudo. Lo que más me entristece es observar que los dominicanos no nos quitamos la camisa morada de encima, unos porque no quieren, y la mayoría porque no puede. Somos una bestia conformista, como dije antes; somos una chusma arcaica, una chusma y un rumor pendejo que se ahoga en un silencio ensordecedor que se traga el llanto y la sangre del justo. Somos la búsqueda incansable de la excusa, del cinismo perenne, del chisme barato y facilón. Vivimos en una orgía perpetua con el partidismo, con el clientelismo y las mafias legales, con los inversionistas de viejo y nuevo cuño y con los indiferentes de nuestro sistema electoral. Los dominicanos estamos alejados de la realidad, una realidad que está a la vista o a nuestros pies, como el desierto acuífero de la Presa de Tavera o el efecto de la frontera transparente. Estamos alejados no porque no la conocemos, sino porque no nos importa. Ha dejado de importarnos tanto todo esto, que apenas hablamos acerca de nuestros problemas. Simplemente leemos la prensa escrita (controlada por los ególatras gobernantes) y comentamos una que otra cosa, dejamos ver una que otra indignación y muerto enterrado. Otros se dedican a denunciar lo que pasa y son completamente ignorados, tanto por sus congéneres como por el pueblo a quien le informan, mientras los precios de los hidrocarburos siguen siendo un dolor de cabeza para todos y los sindicatos de rutas choferiles populares hacen fiesta con el dinero de los contribuyentes. Somos la meca de Occidente: todo el mundo debería venir aquí y apreciar este adefesio de Estado, dar una vuelta por el Distrito Nacional como si fuera la Kaaba, hacer ejercicios en el gimnasio público que ha construido el alcalde Salcedo y luego ver la contaminación provocada por la falta de cultura ambiental del dominicano al dejar tirados en el piso los recipientes de agua utilizados después de trotar. Sería un espectáculo memorable ver cómo nosotros mismos nos morimos de vergüenza, de pura indignación al ver que propiciamos nuestra perdición, con el oportunismo barato y ruín, la barbarie, el beriberi de nuestras palabras e ideas y con nuestros actos de supervivencia hipócrita.



Si el morado no fuera el color del luto, en este país apuesto que el rojo y el blanco harían otro tanto. Total… es solo cuestión de tiempo.

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