viernes, 4 de octubre de 2013

Este Cáncer Llamado Energía Eléctrica...



 
Me tiene harto. Hasta la saciedad. Hasta el tuétano. Todos los jueves lo mismo.

Yo sé que debería estar adaptado a los malditisimos apagones en mi país. Y sé, también, que es absurdo que escriba algo como esto porque de todas maneras no va a solucionar absolutamente nada. Conozco las mil y una excusas y el millón de “razones” que tienen el gobierno y las EDES para justificar los apagones de más de 10 horas a los usuarios de uno de los servicios más pésimos del hemisferio occidental. Aún con todo esto, no puedo acostumbrarme.

Los dominicanos estamos sufriendo con estos apagones desde que tenemos memoria. No ha existido una sola etapa en la historia de la República Dominicana contemporánea en la que el cáncer no haya hecho metástasis. Me invade un sentimiento de rabia e impotencia cuando observo que en todas las etapas históricas y desarrollo de mi país, sus presidentes han brillado por la ineficacia en solucionar este escollo hacia el progreso. Todos han intentado solucionar el asunto, pero nadie toma medidas drásticas para prevenir el problema a largo plazo, y los dominicanos tiene que pagar una tarifa eléctrica que oh! Sorpresa! Es una de las más caras de todo el mundo. 

Si me vienen con el cuento de que estamos mucho mejor que en los ochenta y en los noventa, pues humildemente les puedo decir que se vayan al carajo. Es lo mismo. El único cambio es que la CDE es de otros “inversionistas” y que en ese tiempo el servicio, además de asaz terrible, también era tétricamente barato. Si me dicen que estoy disvariando, pues me excusan, pero no es posible que en pleno siglo 21, con todas las ventajas habidas y por haber y todas las ceremonias y desfiles y demás sales aromáticas, todavía en este país la electricidad represente una necesidad tan desgraciada, tan disociada del desarrollo, tan enormemente replegada en la celda del descuido y la insensatez.

También me van a decir ustedes que realmente lo que sucede es que la quimioterapia es muy cara y solo se le puede proporcionar un poco. Joder! Y para qué carajos pagamos los dominicanos miles de pesos al mes? Para que los empleados de las EDES y todos sus allegados mastiquen goma de mascar y se comporten como unos perfectos insolentes? Pues no. Rotundamente no. Cómo ha de ser posible que para que usted pueda desempeñar las tareas de la vida cotidiana, como enviar un correo electrónico importante, o ayudar a su hijo a buscar una tarea en la red por la falta de dinero para comprar libros (que están carísimos), usted tenga que tomar un préstamo (sin poder), de RD$30,000.00 pesos para comprarse un inversor y cuatro baterías, porque en su casa el servicio es solamente 8 horas al día? Eso sin mencionar a los pequeños y  medianos comerciantes, que invierten miles de pesos al mes en hidrocarburos, mantenimiento de plantas eléctricas y factura por “servicio de electricidad”, llevando muchas veces a la quiebra sus negocios, porque no pueden con esta carga económica.

Apuesto a que ahora me dicen que me mude a un sector de 24 horas de luz, para que mi situación mejore. Pues fíjense, subnormales, que VIVO EN UN SECTOR DE 24 HORAS DE LUZ, y lo de las 24 horas es un cuento para morirse de la risa. Soy profesor virtual y en las mañanas de los jueves y los viernes tengo que salir de mi casa, gastar combustible y sentarme en algún lugar que tenga una zona de conexión inalámbrica gratuita para poder cumplir con mis deberes magisteriales, cuando tengo toda la información en mi casa y mi conexión a internet funciona de las mil maravillas. Si me llevo de esperar a que restablezcan el servicio, el que me lleva es Mefistófeles, porque se me atrasa el tiempo y tengo que hacer todo el trabajo de un 8 o 9 horas en 2 o 3, así que tengo que tragarme mi impotencia, salir de casa, sentarme en un lugar donde la privacidad no existe y tratar de trabajar lo mejor que puedo.

Me avisan si tienen otra excusa. Con este enfado creciente, les apuesto que si Arthur Schopenhauer viviese aún, me daría sus respetos y me incluiría en una o dos ediciones más de su libro “El Arte De Insultar”.